Amo mi
rutina, mi práctica deportiva diaria, mis momentos de tranquilidad, mi
organización en el trabajo, mis fines de semana planeados. Cualquiera podría
decir que soy una persona metódica y rutinaria, a la que no le gustan los
cambios, pero no hay nada más alejado de la realidad.
Es cierto
que me gusta mi rutina, pero también me llevo bien con la espontaneidad; tomarme
un día libre a mitad de semana, los viajes inesperados que me obligan a hacer
un alto y descansar, las visitas imprevistas de amigos que no veo hace tiempo, los
cambios de último momento de las piezas que diseño (que nunca faltan, podría
decir que a estas alturas de mi vida profesional, esto ya no es considerado
imprevisto) , el desorden de las vacaciones de mis hijos; todo aquello que me
ayuda a recordar que los “proyectos” son sólo eso…ideas, planes, aspiraciones;
no definiciones, porque siempre estamos en constante movimiento. Por eso, dejarse
llevar y unirse al cambio, es la mejor manera de seguir fluyendo.
Todo
cambio, grande o pequeño, nos reta. Esto nos obliga a redescubrirnos y a
reinventarnos.
Flexibilidad ante el cambio
Cambios
he tenido muchos a lo largo de mi vida, cambios de estado civil, una nueva
casa, una nueva familia, un nuevo trabajo, hasta la práctica de un nuevo
deporte. Por ejemplo, hace más de un año dejé la práctica diaria en el gimnasio
por el yoga. Fue difícil al comienzo, para mi cuerpo y para mi mente (en
realidad cambiar nuestro chip mental es mucho más complicado), acostumbrados a
hacer un solo tipo de ejercicio durante tanto tiempo. Recuerdo mi primera
clase, mi profesora y compañeras de clase que ya tenían tiempo practicando,
hacían las posturas de una manera tan fluida, casi perfecta con la gracia que
tienen las bailarinas de ballet sobre el escenario, ágiles, fuertes y tan
elásticas… y ahí estaba yo, con la elasticidad de un estaca de madera. Nunca,
ni en mi niñez, ni en mi juventud, fui elástica ni tuve ninguna gracia para
cualquier tipo de piruetas. Recuerdo llevaba siempre excusa escrita al colegio
los días que me tocaba educación física porque sabía que nos harían pararnos de
cabeza y eso era algo para mí, imposible de hacer. Y quien lo diría, hoy a mis
45 años, ya lo hago. Claro que no con la gracia, soltura y seguridad de mis
profesoras y compañeras, aún me falta mucho por aprender, pero por lo menos
ahora intento posturas, algunas con éxito, las que quizá imaginé nunca siquiera
podría hacer. El cambio me retó a redescubrirme, y por lo tanto, reinventarme.
Hoy la práctica del yoga ya es parte indispensable de mi vida y ha moldeado
muchos aspectos de mi carácter, hoy soy más flexible no sólo en cuerpo sino
principalmente en mente, soy mucho más tolerante, más pausada, soy más
consciente de mi propio cuerpo también y sus necesidades. Pero creo que en lo
que más me ha ayudado la práctica diaria del yoga, es a asumir los retos con
mucha mayor seguridad. Hoy ya no tengo temor de intentar algo nuevo, sé que lo
peor que puede pasar es que no resulte, pero el ir hacia algo en lo que creo,
estimula cada una de mis células y me mantiene en movimiento constante.
Esto no
quiere decir que los cambios no asusten, por el contrario, tomar otro rumbo al
que estamos acostumbrados, nos genera miedo y cierta desconfianza, así creamos
en lo que hacemos, porque no conocemos que encontraremos en el camino; y si
finalmente este nuevo reto nos ayudará a llegar a nuestros objetivos.
Marcas
que se reinventaron para crecer
El cambio
nos arrastra a todos. Por eso, sucede también con las empresas y las marcas. Muchas
de las marcas reconocidas hoy tuvieron que cambiar de rumbo y reinventarse para
lograr abrirse camino en el mercado.
¿Sabías
que Colgate por ejemplo, no empezó fabricando
pasta dentales, sino jabón, velas y almidón? El primer
tubo de pasta demoró llegar varios años a sus clientes. A partir de
entonces, la empresa combinó productos de limpieza en general con la higiene bucal,
hasta que se dió cuenta que el futuro estaba
en eliminar el sarro de los dientes y en lanzar innovaciones dentro de
la misma familia de product y hasta hoy no se detiene.
Caso parecido fue el de
Samsung, hoy reconocido por sus productos de telefonía estrella como el Galaxy
S6. Actualmente, esta firma avanza y
compite con Apple para convertirse en el rey de los smartphones.
Pero pocos saben que en sus inicios,
era una especialista en la venta de pescado. También comercializaban con
verdura y frutas. Sus mercados de destino era China y la desaparecida
Manchuria. No fue hasta los años 70
cuando la organización cambió las lonjas por los chips y vio que la tecnología
era su opción de futuro. Acertaron con el cambio.
Distinto
fue el caso de Nokia, que se durmió en sus laureles y llegó tarde al boom del smartphone
perdiendo terreno ante rivales como Apple o Samsung. Gran error, ya que tenían
la tecnología para desarrollar el product, pero que no lo hizo porque pensaban
que los smartphones no podrían funcionar. Lamentable hecho para una
compañía que a lo largo de más de 150
años, había demostrado que supo reinventarse con éxito. Al igual que
Colgate y Samsung, los inicios de Nokia estuvieron ligados a un rubro distinto
del actual. Nokia se inició con la
fabricación de pulpa de madera para producir papel. Ya en el siglo XX, la
actividad giró en redondo a la comercialización de neumáticos y zapatos.
A finales de los años 60 se lanzó a
elaborar televisores y ordenadores y también empezaron a surgir los primeros
teléfonos. Nokia fue pionera en la comercialización de móviles, pero no
supo seguir en ese camino del cambio y finalmente perdió terreno.
Quien se duerme, pierde y
pasa al olvido.
Creo que todos conocemos la fábula de la tortuga y la liebre. Tan segura y confiada estaba esta última de sus atributos, que pensó la tortuga jamás podría ganarla en una carrera y se echó una siesta. Pues pasa en la vida real. Quien se duerme, pierde. Pierde la oportunidad de crecer y desarrollarse.
El cambio es la única
constante en nuestra vida. No aceptarlo es ir contra nuestra propia naturaleza
evolutiva.
Por eso, creo en
abandonar nuestra zona de confort para ir por más. Descubrir nuevos talentos
que nos permitan reinventarnos. Podemos equivocarnos sí, pero también podemos
encontrar un mundo de posibilidades inimaginable. No importa el tiempo que
hayamos permanecido en el mismo camino, ni la edad, ni las circunstancias. No
nos conformemos con lo aprendido, con lo logrado, busquemos nuevas formas de
evolucionar. Movilicemos nuestros sentidos, tan simple como eso.
Suerte e inspiración, ¡y
hasta la próxima!