lunes, 4 de abril de 2016

Guerreros de corazón

Resiliencia





















Muchos hemos escuchado que la resiliencia, es la capacidad humana de asumir con flexibilidad, situaciones límite y sobreponerse a ellas, lo que la psicología complementa con salir fortalecido de experiencias difíciles.” (RAE)

A lo largo de mi vida, he conocido gente con esa fortaleza interior, que a pesar de los momentos que les ha tocado vivir, siguen apostando por la vida, siguen soñando, siguen creyendo en los demás. Los fracasos son tomados como un aprendizaje convirtiéndolos en peldaños para seguir avanzando rumbo a la meta que se han trazado.

Pero, ¿a qué se debe esta fortaleza interior? ¿Es algo innato? ¿Algo que ya viene en tu ADN?

Afortunadamente, la resiliencia no nace con el ser humano, sino sería privilegio de sólo algunos que han sido bendecidos con ese don. No, la resiliencia se construye en el camino. 

Para algunos puede desarrollarse a muy temprana edad, debido a una enfermedad o situación familiar complicada; para otros es el resultado de un largo proceso durante años de vida. Lo cierto es, que la resiliencia es un bien adquirido que nos permite sacar lo mejor de nosotros mismos, ese guerrero que todos llevamos dentro.

Guerreros de corazón

pequeños "guerreros" y alumnos de "Escuela en Casa"

Personalmente, conozco a varios guerreros de corazón en el albergue para niños con cáncer en el que soy voluntaria. Considero que no hay nadie más valiente que un niño que tiene que enfrentar a tan corta edad, una enfermedad tan compleja como es el cáncer.

Es increible como la alegría y el entusiasmo por aprender, jugar y compartir, predominan sobre el dolor, la angustia y el malestar físico. Niños que por la enfermedad, perdieron una pierna o un ojo, y viven alejados de su familia (ya que muchos son de provincia) el tiempo que dura el tratamiento. Ellos se ayudan entre sí, colaboran, rien y juegan; esperando el nuevo día que llega con optimismo.

Luisito vive actualmente en el albergue con su mamá,  tiene 9 años y una gran fortaleza, es el niño más independiente que he conocido. Ha pasado la mayor parte de su vida enfermo, el tratamiento le quitó una pierna pero no la alegría ni las ganas de vivir.

Es el más creativo del grupo, siempre coloreando y haciendo las cosas de manera diferente. No se amilana ante los juegos toscos de sus amigos (los que no son tan conscientes de su fuerza física) y siempre está feliz. Me ayuda a ordenar y recoge lo que se cae al piso con una agilidad sorprendente. Luisito es un guerrero de corazón. Me enseña cada semana que con ingenio todo se puede y; que la energía más poderosa, es la que viene del interior. Esa energía que nos impulsa a seguir en movimiento, sin importar si contamos o no, con dos piernas.

Ruth, es otra guerrera de doce años que también vive en el albergue desde hace 2 años. Le encanta tejer y decorar lápices, siempre está contenta y dispuesta a colaborar. Es un niña inteligente que no sabe estar sin hacer nada, “me aburro” dice. Ruth tiene una sonrisa entusiasta y un temperamento firme , es la más madura del grupo, siempre me pide cosas nuevas para hacer, mientras más complejas sean mejor. Quien la viera con esa alegria y ganas de aprender, le costaría creer que está muy enferma, porque cada intervención suya está llena de vitalidad.

Y está Gil, de 45 años, mamá y repostera. También le gusta pintar mandalas. Me contó cuando la conocí, que lo que más le molestaba era no poder hacer lo que tanto le gustaba: cocinar, porque no puede estar cerca del fuego ni del calor. Pero encontró actividades distintas como la pintura y ahora es asistente del nuevo taller de repostería, aportando con recetas novedosas a las clases que se dictan a las pacientes adultas del albergue.

Para ella es duro estar lejos de sus dos hijos, a quienes dejó en Tarapoto, pero a pesar de eso, siempre  la veo con la mejor disposición. Perdió un seno, pero no la sonrisa; y como una gran guerrera, continúa su camino mirando siempre hacia adelante con la convicción que sólo está pasando un mal momento. Sabe que nada es para siempre y que esta experiencia con lo difícil que puede ser, también le ha traido nuevas amistades y retos como persona. 

Me atrevería a decir que pareciera que los niños construyen más pronto la Resiliencia, quizá porque abrazan el momento, procurando sacar todo lo positivo que éste les ofrece. 


Luisito y Lenin
Para muchos de los pequeños pacientes del albergue, su enfermedad ha sido una oportunidad de compartir con otros niños de distintas provincias del Perú y aprender actividades que jamás imaginaron.

Un poco distinto para los adultos, a quienes nos cuesta muchas veces aceptar una situación que no nos gusta o nos asusta, dejando de ver lo bueno que ésta nos puede ofrecer. ¿Será nuestro afán de controlarlo todo? Los niños no controlan, sólo se dejan ir y viven cada día con intensidad.

Ejemplos de resiliencia, hay muchos. Quién no tiene alguna amiga, algún pariente o uno mismo que cuenta hoy con una fortaleza interior construida como resultado de uno o más procesos dolorosos, muerte de un familiar, alguna enfermedad, el final de un matrimonio, pérdida de un trabajo; en fin, hay muchas situaciones que nos ponen a prueba.

Por mi parte también he vivido situaciones complicadas, las que sin duda han aportado a fortalecer mi carácter.

Porque así es la vida, un maravilloso paquete lleno de sorpresas donde hay también situaciones inesperadas no gratas, situaciones que no podemos evitar y es mejor no hacerlo, porque como dice el refran “no hay mal que por bien no venga”. Siempre habrá algo bueno de todo lo malo que nos suceda.

Claro que sería absurdo pretender recibir los golpes de la vida sólo con alegría, es como decir “me encanta que la vida me golpee", definitivamente no. Eso no es realista ni para la persona más positiva. Pero sí considero, que aceptar el momento tal y cómo llega y dejando de pelear con nosotros mismos, nos ofrece oportunidades que muchas veces no vemos por estar tan concentrados en sufrir.

Y créeme vale la pena abrazar lo que la vida nos ofrece y no perder nunca la esperanza.

Por eso desde hoy cuando te veas en una situación negativa inesperada, deja de controlar y entrégate al momento. Respira profundo, rodeáte de personas de buenas energías (las que hacen falta muchas veces para inyectarte la dosis de buen humor y positivismo),  acepta que el cambio es parte de la vida y busca la oportunidad para redescubrirte a ti mismo en una nueva faceta.


Y nunca dejes de avanzar. Si se altera tu rutina, aprovecha para encontrarle el gusto a actividades nuevas; usa tu imaginación y descubre lo que puedes ser capaz de hacer.

Hagamos como los pequeños guerreros de corazón del albergue, quienes olvidan el malestar por estar jugando, pintando máscaras de superhéroes, decorando lápices o haciendo globos de animales. Cualquier actividad nueva es suficiente para ayudar a volar su imaginación, y hacerlos felices. Abracemos el momento y descubramos qué hay más allá del dolor, seguramente, nos sorprenderemos. 

Suerte e inspiración y hasta la próxima!


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